Blog de Pastoral Juvenil de la Diócesis de Teruel y Albarracín, dedicado a dar a conocer todas nuestras actividades y a permitir a los jóvenes participar en este espacio como una forma de compartir nuestra inquietud por seguir a Cristo. Realizamos la mayoría de actividades en nuestra delegación (C/ Yague de Salas nº18 1ºC)

domingo, 9 de marzo de 2014

Superar una depresión gracias al voluntariado con las Misioneras de la Caridad

Juan Carlos Gómez tiene 34 años. Trabajaba como arquitecto en un despacho hasta que hace tres años cerró por la crisis. “Me vi en la calle, sin trabajo y con una hija de 3 meses. Aunque mi mujer ganaba lo suficiente como para no pasar necesidades, me desesperé”, relata.
Durante los cinco primeros meses presentó solicitudes en muchas empresas, pero no tenía suerte. “Caí en una espiral de autocompasión, me costaba levantarme de la cama, no tenía ganas de nada. Mi mujer fue un gran apoyo para mí, pero en ese momento no sabía agradecérselo”, continúa.

Un día, buscando ofertas en Internet, se encontró con una página web que animaba a la gente a ser voluntaria. “Me llamó la atención un artículo sobre las Misioneras de la Caridad. No le hice ni caso, pero supongo que la idea se me quedó grabada”, recuerda.

Pasaron otros dos meses y un día, cenando con un antiguo compañero le contó que él acudía tres días por semana a cuidar a enfermos de sida con las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta. “Me animó a ir con él y decidí probar. Tampoco tenía nada mejor que hacer”, asegura.

Esa misma semana acompañó a su amigo al centro que las monjas tienen en Vallecas. Cuando vio a los enfermos su primer impulso fue irse, pero no lo hizo por vergüenza a lo que su colega pensara. “La gente estaba muy mal. Estar con los enfermos es mirar al dolor a la cara. Es muy duro”, mantiene.

Una religiosa en seguida le mandó trabajo. “Era una mujer muy enérgica. Me pidió que la ayudara a bañar a un paciente. Ver el amor con el que trataba a alguien desahuciado por la sociedad me hizo cambiar. Yo quise ser igual, ser capaz de trasmitir ese mismo amor”, rememora.

Juan Carlos empezó a ir varios días por semana, siempre que podía. Fue cogiendo cariño a todos los que vivían allí y entregándose a su labor como voluntario. “Cuidaba a los enfermos de sida con el mismo cariño que trato a mi hija. No los veía como enfermos, sino como personas que necesitaban amor. Darme a los que ya han perdido la esperazanza me devolvió las ganas de vivir y de luchar. No tengo palabras para agradecer tanto”, sonríe.

Hace cuatro meses, el arquitecto volvió a encontrar trabajo. En la empresa, cuenta, están mis contentos con su actitud. “Intento tratar a todos como el mismo cariño que trataba a los que no tenían nada. Puede que tengan bienes materiales, pero todos tienen sufrimientos internos que también deben ser curados”, sostiene.

Con el nuevo empleo no puede acudir con tanta asiduidad al centro de las Misioneras de la Caridad, aunque se escapa siempre que puede. “Cuando mi hija sea más mayor me gustaría que viniera aquí conmigo. Darse a los que menos tienen es imprescindible para que se convierta en una persona que merezca la pena en el futuro”, concluye.
(via:www.mirada21.es)

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